PRESENTADA LA OBRA

“LA CUEVA GUANCHE”

Por EL PADRE BÁEZ

 

De nuevo, el viernes 05 de abril de este año de 2013, el local de la Asociación socio-cultural Ajey Rock volvió a cobrar vida con un acto cultural lleno de canariedad –la presentación del libro “La Cueva Guanche” del polifacético D. Fernando Báez, más conocido como Padre Báez–

 

 

El evento -muy concurrido- fue presentado por Pedro J. Brissón, quien, entre las explicaciones de la nueva edición a cargo de la Asociación Faita (que cumple 10 años desde su creación) y el recordatorio del 35 aniversario del intento de asesinato del prócer Antonio Cubillo, a cargo de las cloacas terroristas del  Estado Español, dio paso seguidamente al autor del libro, el cual, se expresó de la siguiente manera:

 

Estamos acostumbrados a oír hablar o ver arqueología, con referencia a: poblados, necrópolis, grabados, cerámica, material lítico, etc., y nos olvidamos que si hay una manifestación en grandísimo número, son las cuevas, que mucho más allá que la pintada de Gáldar, poco o nada se dice de ellas, a pesar de la información que nos dan y el valor que tienen en sí, y que pasan desapercibidas, habiéndolas en todas partes y en gran cantidad.

 

En nuestro caso -y así aparece en el libro que les presento-, la cueva es algo más que una oquedad en el terreno, es mucho más. Ahora comprenderán; no es fácil resumir 420 páginas en tamaño 14 de letra de Microsoft Word, que en letra apretada, dice lo mismo, y que encierra mucha información, y tanta, que abierto el libro por cualquiera de sus páginas, es como si fuera el comienzo, final y resumen fuera. He pretendido llenar un hueco en al bibliografía, con el que cumplo con es segundo escrito de una trilogía, que comencé con “Arquitectura Guanche”, y les reservo para más adelante el que la cierra, con “La Torreta Guanche”.

 

Les puedo decir con toda verdad, y no hace falta esfuerzo alguno entenderlo, que cada ocasión de salida al campo, excursión, marcha, etc., que hago -o hagan ustedes-, es una oportunidad más de adentrarme en los secretos que cada cueva guarda. A tal fin, siempre miro al techo por si veo la brea -la huella de los guanches- o los agujeros en paredes y suelo donde los mismos colocaban los distintos palos, bien fuera para útiles del ajuar doméstico, como para mamparas o divisiones (aunque nos han dicho es donde comían los guanches, cuales si cerdos fueran y no tuvieran cerámicas con el ajuar propio para la comida). En la mayoría, al ser reutilizadas, pasan como que las hizo el abuelo, y lo que hizo éste fue ampliarlas y deformarlas, quedando siempre las señas de sus primeros constructores. Por supuesto, no desvelaré el contenido del libro -como se hace con las películas-, para que vayan precisamente a verlas; en este caso, para que lean el libro y no solo por eso, sino porque no es fácil un resumen, dada la amplitud de tanta información, y prefiero ustedes lo degusten en ese adentrarse en nuestra cultura, en el pasado de nuestras raíces, pues de ahí venimos cual vientre en la tierra, de donde llegamos a la luz.

 

Y ya es hora agradezca a Pedro Brissón, la edición de este mi segundo libro en su editora, y también a David Fajardo que me lo haya prologado (en estos momentos afectado por el recién fallecimiento de su madre). Por supuesto, también a ustedes, que tan amablemente han venido a esta presentación, mostrando así el interés por lo nuestro, pues conociendo nuestro pasado, recuperamos identidad y canariedad, al descubrir de dónde venimos y quiénes fueron y cómo y dónde vivieron nuestros antepasados, en su gran mayoría. Cierto, que al llegar los canariis a las islas, aprovecharon las cuevas naturales, que adaptaron e hicieron otras muchas artificiales, y en este plan, hablando de arte, tienen mucho que decir -y es en parte lo que descubro en este libro, primero en su estilo o género- y, sobretodo, porque las referencias a las mismas en Crónicas y libros, son minúsculas cual si de un arte menor se tratara, y resulta que la mitad de las poblaciones anteriores de siglos atrás, quitando a los que moraban en casas construidas de piedras, se alojaron o vivieron en ellas, como aún sigue siendo entre nosotros habitual, si bien con fachadas y habitaciones incorporadas a sus puertas o entradas, quedan ocultas o camufladas. Pasa con las cuevas, como con aquel niño que no comprendía hubiera tantas miles y miles  de personas venidas del mundo entero a hacer fotos, a mirar y contemplar la catedral que él vio según abrió los ojos a este mundo, sin que le llamara la atención el arte de tan hermosa arquitectura; pues lo mismo nos pasa a nosotros, que hemos visto cuevas desde que nacimos y nunca -salvo excepciones- no se le ha dado la importancia suma que tienen. Ahora, deberíamos verlas, como sin que antes nunca las hubiéramos visto.

 

Tenemos un auténtico tesoro arqueológico, que son las cuevas, y no se les presta la atención debida, ignorándolas, y prescindiendo de ellas. Somos, en un 50 % (o en gran parte), un pueblo troglodita, y no debemos olvidar que en ellas está también el 50 % (o en gran medida) de nuestra cultura. Solo algunas cuevas han merecido la atención, pero no la gran generalidad y su totalidad. Y toda vez que es costumbre que el autor lea unos párrafos o página de su obra, en esta ocasión les pido a ustedes que al azar me digan un número entre el 1 y el 164 (con referencia a sus páginas), o desde el número 1 al 365 (con referencia a cada uno de los días del año en los que va dividido el texto con ese número de información o datos sobre la cueva), y les leo lo que salga. Luego, si son tan amables, les responderé las preguntas que al respecto quieran hacerme. Aunque la mejor lección y respuesta, la tiene cada uno, si entra en una de las miles y miles de cuevas que tenemos, y mejor, si lo hace acompañado de un ejemplar de los que hoy presentamos, que les servirá de guía y comprensión.

 

¡Gracias por asistir!

 

Fernando Báez Santana, Pbro.

 

7 Apr 2013

 

---» Reportaje fotográfico

 

Con la firma de Padre Báez

Con la firma de Pedro J. Brissón Sosa