LOS
RESCOLDOS DE LA MEMORIA
El
pasado sábado [19-11-2011], en un acto
sencillo y recoleto, con una ofrenda floral se rindió homenaje a seis hijos del
pueblo y del trabajo; jornaleros portuarios y vecinos de la ciudad, víctimas de
la primera matanza de obreros en Canarias.
Pareciera
que la Historia sólo pudiera ser protagonizada por los grandes personajes, los
ilustres, los poderosos y los adinerados. Nuestra ciudad de hoy se ha construido
también con el esfuerzo de silenciosos y anónimos héroes civiles, del pueblo
llano y de sus clases trabajadoras. El sacrificio de nuestros antepasados merece
nuestro reconocimiento. Y es de personas bien nacidas ser agradecidas.
La
memoria histórica es un saber que no necesita justificación utilitaria. Forma
parte de nuestra cultura, pues conocer nos enriquece. Constituye parte de los
cimientos de la sociedad, ya que no se puede vivir el presente y encarar el
futuro sin asumir el pasado.
La vida es un continuo hacer memorias.
Decía San Agustín que el recorrido por los vericuetos de la memoria puede
llevarnos a deambular por oscuras cavernas o luminosos palacios. El dilema de
toda memoria es: olvido o recuerdo.
Durante
la denominada Transición los cementerios se convirtieron en espacios públicos
de memoria, en cuanto escenarios de duelo popular con el regreso de los restos
de los republicanos exiliados. El Cementerio de Vegueta es un lugar de memoria,
en cuanto condensación simbólica del espíritu de la sociedad palmense.
Nuestro
primer cementerio custodia un legado escultórico y arquitectónico importante,
donde late la historia del poder terrenal. Desde que fueran construidos allá
por 1811, los muros de este viejo guardián de la memoria encierran
doscientos años de historia y narran lo que ha sido la ciudad de Las Palmas de
Gran Canaria en los últimos dos siglos.
Esta
necrópolis es testigo de las diferencias de clases, manifiestas en panteones,
mausoleos, nichos y lápidas. Entre sus singulares rincones ocultos o
desapercibidos, con miradas de mármol que desafían el paso del tiempo y
vigilan los rescoldos del recuerdo que no somos capaces de avivar, destaca una
llamativa lápida en el centro de la zona norte, la del ensanche. Aquí se
localizan las tumbas de quienes no podían erigir mausoleos y panteones.
Tal
día como ayer sábado, hace 100 años, el domingo 19 de noviembre tuvo lugar en
la ciudad una manifestación de duelo, presidida por los directores de los periódicos
locales y los presidentes de las sociedades obreras, depositándose coronas en
las tumbas de los obreros fallecidos. Acudió
la población en masa y en silencio para colocar coronas sobre los sepulcros de
las víctimas.
Fue
un acto imponente, en el cual todas las clases sociales populares se mezclaron
para significar el inmenso dolor que causaron los incalificables hechos. Expresión
popular de duelo que no volverá a conocer la ciudad sino hasta el verano de
1980 con los funerales por la muerte de la joven isleteña Belén María, hija
de un estibador portuario cuyo colectivo laboral mantenía en aquel momento una
huelga.
En
noviembre de 1916, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria aprobó por
unanimidad “ceder
un nicho del Cementerio de esta ciudad para conservar en él los restos de los 6
honrados obreros que fueron víctimas inocentes de los dolorosos sucesos que
ensangrentaron nuestras calles el 15 de noviembre de
Sus
restos son inhumados y trasladados al nicho nº 943 del Cementerio de Vegueta,
donde estaba enterrado Juan Vargas, el último sepultado. Hoy figura una lápida
donde se lee: “A
la memoria de los obreros Pedro Montenegro González, Cosme Ruiz Hernández,
Juan Torres Luzardo, Vicente Hernández Vera, Juan Pérez Cruz y Juan Vargas
Morales, inmolados a la ambición del caciquismo leonista. 15 noviembre
La
realización de una ofrenda floral en el Cementerio de Vegueta constituye un
evento que se inscribe en la tradición obrera y ciudadana de la ciudad palmense
de homenajear cada 15 de noviembre este luctuoso suceso, hasta el año 1935
Costumbre recuperada por los viejos republicanos federales durante los primeros
años de la restauración democrática. Y que duró hasta que el último de
ellos murió.
Rescatemos
para la memoria colectiva de la ciudad el
recuerdo de lo sucedido el 15 de noviembre,
momento en el que también hunden sus raíces nuestra personalidad colectiva.
Volvamos a colocar esta efeméride en la agenda de celebraciones histórico-culturales
de Las Palmas de Gran Canaria. No para vivir entre
fantasmas ni anclarnos en el pasado como estatuas de sal, sino para que
sirva de espacio de encuentro y momento de unión de la ciudadanía palmense.
Como
generación presente mantengamos vivos los
rescoldos de la memoria. Respondamos al envite que nos hace la Historia.
Juan Peña García
Comisión
Organizadora del Centenario del 15 de Noviembre de 1911.
Las
Palmas de Gran Canaria, 20 de noviembre de 2011.